Además, la Administración debe ejercer un papel ejemplarizante ante la sociedad, tanto en la reducción del impacto medioambiental de sus actividades como en la optimización de sus recursos económicos, en especial en la selección de sus inversiones.
En este entorno, los principales consumos energéticos en las administraciones locales están relacionados con la iluminación, el transporte y los vehículos de servicios públicos, y los térmicos en edificios e instalaciones.
Respecto a los servicios de iluminación, tanto pública como de espacios interiores, muchos ayuntamientos están sustituyendo las lámparas y luminarias clásicas por otras de bajo consumo o tipo LED, que reducen tanto la potencia punta eléctrica necesaria como el consumo de energía, mejorando además sus procesos de control para evitar períodos de encendido innecesarios.
En cuanto a vehículos de servicios públicos, existen diversas soluciones para reducir su impacto medioambiental. Para los vehículos ligeros hay una amplia oferta de vehículos de tracción eléctrica y para los de tracciones medias y altas (furgonetas, camiones, vehículos de recogida de RSU o autobuses) o que circulen un gran número de kilómetros diarios, desde hace años hay en el mercado motores alimentados con gas natural comprimido (GNC) que son soluciones probadas, fiables, de muy bajo impacto medioambiental y cuyo coste de ciclo de vida, incluyendo adquisición, coste de energía y mantenimiento, resulta menor que cualquier otra opción y, por supuesto, menor que las soluciones actuales alimentadas con gasóleo de automoción.
El otro gran consumo energético está relacionado con las demandas térmicas de los edificios e instalaciones deportivas: calefacción, refrigeración, agua caliente y cocción (restauración). Para cubrir estas demandas, las tecnologías asociadas al gas natural representan una solución económica, asequible, fiable y limpia, ya que tanto las modernas calderas de condensación como las más recientes tecnologías de bomba de calor a gas (por compresión o por absorción) consiguen un mayor rendimiento energético, lo que supone un considerable ahorro de energía y una reducción en la factura energética, reduciendo casi a cero la emisión de contaminantes.
El gas natural, una energía económica
El gas natural es la energía más empleada en Europa y Norteamérica para la cobertura de las demandas térmicas de los edificios, por sus características de economía, asequibilidad, fiabilidad y limpieza.
Desde el punto de vista económico, el gas natural es una de las energías más competitivas. Su precio es estable, ya que está dentro de un mercado maduro, por lo que se aleja de la incertidumbre y volatilidad económica de otras energías.
Además, el gas natural es una energía de suministro continuo canalizado, por lo que las instalaciones requieren de un menor mantenimiento. Al contrario de lo que sucede con otros combustibles como la biomasa, el carbón o el gasóleo, el gas natural no necesita de depósitos para almacenar la energía, evitando los molestos y complejos mecanismos de carga, lo que aumenta la seguridad de la instalación. Además se podrá aprovechar para otros usos el espacio dedicado anteriormente al almacenaje de combustible.
A diferencia de otros combustibles, el gas natural se paga una vez que se consume, y al estar en un sector liberalizado, el usuario es libre de elegir qué comercializadora quiere que le suministre la energía, pudiendo buscar aquella que le ofrezca las condiciones que le sean más favorables.
Los modernos sistemas térmicos con gas natural disponen de sistemas de telegestión, que facilita su mantenimiento, tanto preventivo como correctivo, lo que ayuda a prolongar la vida de las instalaciones.
¿Y qué pasa con el aire que respiramos?
La contaminación atmosférica es un problema recurrente en las ciudades de nuestro país, sobre todo en las de mayor tamaño. Las emisiones contaminantes generadas por el transporte y las salas de calderas que utilizan combustibles contaminantes juegan un papel determinante sobre la calidad del aire que respiran los ciudadanos.
En España todavía existen cientos de instalaciones que utilizan opciones contaminantes como el gasóleo o el carbón, que si se transformaran a gas natural, nos permitiría tener un aire más limpio y saludable, y también se eliminaría el ruido y los atascos que genera el transporte del combustible en camiones, al ser el gas natural una energía canalizada por tubería y por tanto de suministro continuo.
El gas natural es la opción más beneficiosa para el medioambiente y para la salud. En comparación con otros combustibles, las emisiones de óxido de nitrógeno y azufre son prácticamente nulas y no produce ni cenizas ni partículas sólidas, por lo que contribuye a mantener la calidad del aire urbano. Además, tiene la menor emisión de CO2 por unidad de energía obtenida (kWh) de todos los combustibles convencionales, colaborando así a mitigar los efectos del cambio climático. También hay que destacar que el propio gas natural tiene, cada vez más, un origen renovable, al poder inyectar en la red de gas natural el biometano que se obtiene de residuos agroalimentarios, de vertederos o de aguas residuales y poder utilizarlo con las mismas aplicaciones en nuestras casas, edificios públicos, industria, transporte público y privado, etc.