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19 Noviembre 2024

Covadonga, mito y realidad

Asturias celebra durante este año 2018 una triple efeméride única, centrada en Covadonga y su entorno. Tres centenarios históricos que coinciden en el tiempo: la Coronación de la Virgen de Covadonga, la creación del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga y el decimotercer centenario de los orígenes del Reino de Asturias. Los Reyes y Sus Altezas Reales la Princesa de Asturias y la Infanta Doña Sofía presidieron los diferentes actos conmemorativos que se celebraron el pasado 8 de septiembre. En el siguiente artículo, el historiador asturiano Javier F. Conde nos traslada al siglo VIII y nos aporta su visión de cómo fue o pudo ser la célebre Batalla de Covadonga.



Durante los últimos años del siglo pasado y primeros de éste los textos narrativos sobre Covadonga han sido analizados hasta la saciedad. En estas líneas, tratamos también de situarnos en una perspectiva específica. Su título es ya indicativo de nuestras pretensiones, una especie de declaración de intenciones.

Desde la perspectiva de un historiador ecuánime, el conocimiento y la explicación adecuada de los llamados “mitos históricos”, constructos ideológicos que se pueden encontrar con frecuencia en los relatos del pasado de todas las épocas y de muchas de las instituciones políticas y eclesiásticas, tratados adecuadamente, sirven, sin lugar a dudas, para atisbar en su trasfondo lo que pudo ocurrir en la realidad de cada pueblo.

Cuadonga –la derrota islámica y el triunfo cristiano-, los orígenes del reino de Asturias, la “salvación” del pueblo cristiano, el santuario de la Virgen y su presencia tutelar, tienen un significado coherente en esta noción de mito. La mayoría de los monasterios medievales asturianos están adornados también por orígenes míticos.

La particularidad de Cuadonga es que ese clima mitológico, sagrado o “sobrenatural”, está perfectamente conformado ya en un relato muy bien estructurado y pensado ideológicamente 150 años más tarde: en las Crónicas asturianas.

Los clérigos de las tres narraciones de las Crónicas que trabajaron al servicio de Alfonso III (880-883), mozárabes o influidos por el mundo mozárabe, buenos conocedores de las dificultades para las comunidades cristianas en al-Andalus durante los emiratos de Abd al-Rahman II y Muhammad I (822-886) y motivados además por la positiva deriva de la política del rey Magno frente a Córdoba, tenían razones más que suficientes para interpretar el episodio de Cuadonga en clave de optimismo providencialista tanto en lo político como en lo social y religioso.

La personalidad del caudillo Pelayo

Nuestro planteamiento sobre la personalidad de Pelayo, que ya había sido formulado por Barbero y Vigil como simple hipótesis (“no sería arriesgado suponer que el primer rey asturiano del que tenemos noticia fuera un jefe local de la región cántabro-astur que no había logrado ser dominada por los reyes de Toledo”), se compadece plenamente con el tipo de sociedad, más o menos articulada, de las Asturias de los siglos altomedievales - V/VI al VIII-, que suele definirse ya por muchos autores, entre los que nos contamos, como un conjunto de esos poderes locales, determinados, en buena medida, por una geografía muy compartimentada y propicia para este tipo de morfología social o, si se quiere, socio-política.

Hace un par de años, en Estudios sobre la monarquía asturiana, utilizando preferentemente como fuentes trabajos de arqueología altomedieval, aventurábamos ya una especie de mapa de poderes locales en toda Asturias, al igual que funcionaban en Galicia y en Cantabria. Entre ellos se encontraría también el de Pelayo en la comarca de Cangues d´Onís, donde sería un poderoso magnate.

Las causas inmediatas de la algara

Suponiendo desde una lectura sin prejuicios de las Crónicas que los elementos maravillosos de este encuentro victorioso de los cristianos contra el Islam responden a la categoría de la mitificación llevada a cabo por los clérigos de Alfonso III, sus causas reales tendrían que ser de naturaleza socio-económica, como es lógico en un análisis histórico que pretenda presentarse como riguroso. Barbero y Vigil primaron la explicación de índole social.

El contingente cántabro-astur que se levantó contra Alqama, el caudillo de Munnuza junto al río Enna o Deva pertenecía a un tipo de sociedad gentilicia evolucionada, en la que persistían aún estructuras de parentesco y de linaje suprafamiliares, con propiedad común de las tierras; y en ella quedaban incluso residuos de “matrilinialismo” con las mujeres ocupando un puesto importante en el sistema. Y en los niveles de organización política estaba ausente la realidad estatal propiamente dicha. Se trataba, en definitiva de una formación social libre que no podía ni estaba dispuesta a admitir la presencia de un poder dominante con estructuras diferentes Aunque con el paso de los años la mayoría de los autores han sabido reajustar algunos de los elementos de esta hipótesis general, desdeñada por otros como un “indigenismo vulgar”, no cabe duda de que la confrontación entre dos formaciones sociales diferentes estuvo en la base de Cuadonga.

Algún otro historiador, que llamaríamos clásico, ha preferido abundar en el discurso explicativo de tipo económico, después de analizar la evolución de las conquistas de los árabes en España y en otras partes de los imperios bizantino y persa que los árabo-musulmanes fueron capaces de arrasar en un tiempo espectacularmente breve. El pacto era el instrumento que utilizaban los conquistadores antes de la lucha armada, proponiendo a los señores locales, en especial de las ciudades, el pago de la capitación (chizyah) y la correspondiente tributación territorial (jarach), y, a la par, compensado a los sometidos con la protección o tutela y el mantenimiento de su situación o statu quo. Resulta coherente que los hombres de las Asturias, que nunca había pagado tributos a los visigodos, se resistieran a hacerlo a los nuevos señores del siglo VIII.

En realidad, las dos motivaciones apuntadas son plenamente complementarias. Los jefes sociales cántabro-astures de Cuadonga, pertenecientes a una sociedad que era libre y sin el peso de la tributación de un poder central más o menos cercano, se resistieron a integrarse en el nuevo orden que les proponían los conquistadores.

El monte Auseva y la “Cueva de la Señora”


¿Qué existía realmente tan atractivo en Cuadonga –Cueva de la Señora-, capaz de congregar en la ladera del Auseva una asamblea de notables y el lugar elegido para enfrentarse a la expedición de castigo comandada por el caudillo Alqama?

En tiempos de Alfonso III, cuando se redactan las Crónicas, en la cueva del monte Auseva había un santuario dedicado a la Virgen en recuerdo de la batalla de Cuadonga. Ese hecho es indudable. ¿Pero existía ya a comienzos del siglo VIII? No podemos afirmarlo ni negarlo. Caso de que realmente existiera, ¿podría ser la evolución cristiana de un santuario pagano más antiguo? Tampoco puede responderse taxativamente. No tenemos ningún dato arqueológico que lo confirme. Quizás pueda aducirse como prueba en este sentido el nombre del rio que sale de la Cueva, llamado Enna y Deva en los textos cronísticos. El “Enna” de la Rotense y su equivalencia, Deva, de la versión Ovetense, ambos nombres prelatinos, connotan la realidad de una divinidad pagana de las aguas. Y resulta también de interés en este mismo sentido que otra montaña situada en frente del Auseva se denomina Prienna (frente al Enna).

Esta sacralidad precristiana de la toponimia indicada podría estar sugiriendo efectivamente la existencia de un santuario pagano en Cuadonga. Y resulta coherente con la celebración de la asamblea de jefes locales de fuerte sabor tribal o indígena reunida en aquellas localidades tan extremas. Pudo ser entonces cuando se transformó el santuario pagano dedicado a la diosa de las aguas en cristiano dedicado a Santa María o quizás antes. Con los datos conocidos resulta imposible precisarlo.

La batalla de Cuadonga


El pasaje de las dos Crónicas que recogen el relato es, sin duda alguna, uno de los más bellos de la literatura cronística medieval. Alguno de sus párrafos, concretamente el relacionado con los comienzos del combate, parece estar inspirado en otro texto previo. En realidad, nos recuerda las descripciones de muchas batallas medievales, en las que lo maravilloso con ribetes hierofánicos de los poderes sagrados lo envuelve todo.

Sin embargo, teniendo en cuenta la profunda ideologización de los textos cristianos, el providencialismo y la sacralidad que los papan de forma evidente, características propias además de un verdadero mito de orígenes, sin olvidar las angosturas del lugar ni la glosa árabe sobre lo acontecido, todo hace pensar que Cuadonga fue una escaramuza de cierta trascendencia o una emboscada de los partidarios de Pelayo al caudillo enemigo y a sus hombres: por lo demás, de notable trascendencia para los seguidores de Pelayo y, a la larga, también para los propios árabes.
 
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