Una ciudad inteligente debe ir más allá de la incorporación de tecnología y de conocimiento a los servicios públicos. Así lo aseguró el Alcalde de Lleida y Presidente de la Comisión de Nuevas Tecnologías de la FEMP, Angel Ros, en el transcurso de su intervención sobre la evolución de los núcleos urbanos hacia el concepto de “Ciudad Inteligente”, que se celebró en Madrid, y en el que manifestó que “una Smart City, en su visión tradicional, o mejor inicial, es una ciudad que utiliza las tecnologías de la información y las comunicaciones para poder ofrecer servicios públicos más interactivos, más eficientes y que generen también oportunidades de progreso para el mismo municipio y toda la ciudadanía”.
Sin embargo, desde su punto de vista, Smart City no significa tecnología en la calle ni avanzar hacia una ciudad más sostenible que aproveche y optimice los recursos para la gestión. "Smart City debe ser mucho más que eso –aseguró-. Debe representar un salto cualitativo desde la óptica del ciudadano, y debe alcanzarse apostando por los activos humanos e inmateriales de la ciudad. Y estos son la cultura, la cohesión social, la creación de oportunidades laborales, la atención a las personas, el incremento de la práctica democrática y las formas de evolución territorial hacia un modelo de red de ciudades".
A la conferencia asistieron más de 200 personas, entre las que se encontraban directivos de empresas, representantes de diversas entidades, del mundo académico, parlamentarios, Alcaldes de diversas ciudades y Concejales del Ayuntamiento de Lleida. El periodista Manuel Campo Vidal fue el encargado de hacer la presentación de Angel Ros.
Smart City e innovación social
Aunque Smart City es un concepto habitualmente vinculado con la tecnología y el conocimiento, el Alcalde de Lleida lo asoció sobre todo a innovación social: "Esto supone articular nuevos modelos o sistemas para llevar a cabo procesos que se desarrollan con y para los ciudadanos. Los beneficiarios o los protagonistas de cada una de estas acciones son, a su vez, actores de su propia evolución, lo que intensifica el sentimiento de pertenencia y de ciudadanía".
A su juicio, la base de las smart cities es la suma de tecnología y el capital humano aplicada a seis políticas: educativa, social, cultural, de promoción económica, de práctica democrática y de acción de red de ciudades. Ángel Ros considera prioritario luchar contra el fracaso escolar, trabajar para mejorar los resultados del informe PISA y entender la ciudad como una gran escuela que nos forma a lo largo de toda la vida.
En el apartado social, puso de relieve la capacidad de las tecnologías para crear y también para vencer fracturas y ha insistido en que hay que proteger a las personas mayores, la infancia y todo el que esté en riesgo de exclusión. Ros destacó que las tecnologías han permitido convertir en derechos universales antiguos servicios sociales.
Inversión en infraestructuras educativas y culturales
El Alcalde de Lleida aseguró que, después de varias décadas invirtiendo en infraestructuras físicas, ha llegado el momento de apostar por las educativas y culturales y potenciar la industria cultural, fundamental en un mundo donde la creatividad se identifica como la nueva economía.
En cuanto a la promoción económica, señaló los parques científicos y tecnológicos como paradigma para que una ciudad se consolide en esta nueva economía del conocimiento. Las Smart City también deben contribuir a la profundización de la democracia facilitando la intervención ciudadana a través de medios tecnológicos y con una mayor transparencia.
El Alcalde de Lleida situó las smart cities en un marco geográfico estructurado en una red de ciudades de ámbito europeo y mundial, que cooperan y compiten entre ellas, lo que genera un progreso social del conjunto y es una herramienta importante para la vertebración y para la resolución de conflictos.
Decálogo para desarrollar las Smart Cities
Ángel Ros completó su intervención con la propuesta de un decálogo de medidas para desarrollar las potencialidades de la sociedad del conocimiento y las tecnologías asociadas y para avanzar hacia una ciudad inteligente al servicio del progreso de los ciudadanos. Entre esas medidas se contienen cuatro propuestas políticas, tres más en materia de gestión y otras tantas tecnológicas.
En el primero de los apartados se recoge, entre otras cuestiones, profundizar en la democracia mediante nuevas formas de participación, incremento de la transparencia en los gobiernos, y creación de plataformas de participación ciudadana basadas en sistemas tecnológicos.
En materia de gestión, sugiere implicación local en los modelos de innovación, especialmente en el paradigma de Parques Científicos y Tecnológicos, junto a las otras Administraciones, y búsqueda de la eficiencia en la gestión mediante reformas en la Administración y uso de las tecnologías. Finalmente, la incorporación de tecnología en las infraestructuras y en los servicios públicos y creación de nuevos servicios al ciudadano basados en las tecnologías de información y comunicación, o el uso de las infraestructuras smart para la creación y la industria cultural son dos de las propuestas tecnológicas. La tercera se refiere al fomento de los clústeres tecnológicos en las ciudades y en las redes de ciudades. El modelo español de campus de excelencia internacional para las universidades es un ejemplo.
“La ciudad inteligente es la que alinea las políticas educativas, tecnológicas y del conocimiento con las políticas de promoción económica, sociales y culturales”, concluyó.